Una Madre de Día es
una educadora consciente de las necesidades reales de los bebés, una profesional
de la Educación que ofrece su hogar como espacio de encuentro para el
desarrollo.
Nuestra madre de día:
Atiende a un máximo
de 4 infantes menores de 3 años (3 si algún bebé es menor de 1 año).
Para poder atender a
todos y cada uno de los niños y las niñas con la dedicación que se merecen y
con total disponibilidad se hace necesario un ambiente íntimo, relajado, donde
la madre de día pueda ver, pero también mirar a cada bebé, pueda oír, pero
también escuchar sus requerimientos y pueda ofrecerles la atención,
individualizada y no dividida, tan necesaria para ellos y ellas en esta etapa
de su desarrollo.
Nutre afectivamente a
los bebés y asegura un clima afectivo cálido y acogedor, un hogar.
El alma de nuestro
proyecto es el hogar, crear un espacio lo más similar posible a ese hogar que
cada bebé experimenta con su familia, salvando las diferencias, pero procurando
ofrecer ese espacio afectivo tan primordial para la evolución del ser en
construcción.
Prepara los ambientes
adecuados para cada momento del desarrollo.
Cada etapa del
desarrollo requiere de ambientes adecuados a las necesidades y al grado de
maduración de los bebés; ambientes relajados pero a la vez estimulantes, que
les permitan vivenciar experiencias propias, nacidas de sus deseos e intereses.
Valora las
diferencias individuales como señas de identidad.
La diferencia nos
hace únicos. Cada bebé tiene su propia y genuina manera de estar y de ser en el
mundo, homogeneizar y tratarlos a todos por igual ha sido un error pedagógico
que repercute en el proceso de construcción de identidad. La madre de día
reconoce y valora las diferencias de todos y cada uno de los bebés,
reconociéndoles en su singularidad, para que puedan sentirse aceptados,
valorados y amados por lo que son: ellos mismos.
Es consciente de que
sirve de modelo referencial de actitudes y valores cuyo aprendizaje se da a
través de la observación, la interiorización y la repetición del modelo.
Hay aprendizajes que
se dan de manera inconsciente, sin necesidad de mediar palabras al
respecto. Mediante la observación de nuestras reacciones, actitudes y
comportamientos, se interiorizan valores éticos, principios morales, códigos de
comunicación no verbal, normas de comportamiento social, etc. La madre de día
está atenta a la coherencia entre sus palabras y sus acciones.
Permite a los bebés
moverse en libertad hacia la conquista de su autonomía.
La necesidad del
movimiento libre es prioritaria para el desarrollo motor, especialmente en el
momento evolutivo que va desde el nacimiento hasta la adquisición de la marcha.
Nuestra madre de día, basándose en las investigaciones realizadas en el
Instituto Lòczy por Emmi Pikler y Agnès Szanto confía plenamente en la
capacidad de los bebés para aprender desplazamientos y posturas partiendo de su
propia iniciativa, sin ayudas externas, es decir, por ellos mismos, sin la
ayuda ni la enseñanza directa de los adultos.
Conoce las etapas del
desarrollo y respeta el ritmo de maduración de cada bebé, sin estimular y sin
forzar aprendizajes, confiando plenamente en el “saber interno”.
Este es uno de
nuestros principios pedagógicos más básico. Conocer las etapas del desarrollo
implica comprender que al PENSAMIENTO REFLEXIVO se accede alrededor de los
SIETE años (momento biológico en el que se establecen las conexiones neuronales
que permiten el acceso y uso del neocortex). Y que antes de este momento
evolutivo los niños y las niñas no pueden abstraerse de su punto de vista, sólo
ven la vida desde su perspectiva única y propia. Respetar esa etapa de
egocentrismo es fundamental para su desarrollo.
Respetar el momento
evolutivo en el que cada bebé se halla implica no estimular ni forzar
aprendizajes; apoyarlo incondicionalmente y acompañarlo en sus conquistas y
descubrimientos sin juicios ni valoraciones, confiando en que su propio “plan
interno” ya sabe guiarlo instintiva e intuitivamente hacia su autorrealización.
Permite la expresión
de las emociones sin negarlas o disimularlas, acompañando a los bebés en sus
procesos de desarrollo emocional.
El acompañamiento
emocional otorga al bebé su derecho –en ocasiones negado- a sentir su emoción y
a manifestarla, a no negarla a no reprimirla, a no disimularla. Sentir la
emoción posibilita su posterior reconocimiento e identificación. Para más
adelante poderla gestionar. ¿Cuántas veces los adultos estamos “raros” sin
acertar a describir exactamente qué emoción sentimos? Acompañarles en sus
emociones es permitirles sentir, permitirles ser con todas y cada una de sus
manifestaciones, aceptando y acogiendo sus risas y sus llantos pero sin
transformarnos nosotros, manteniéndonos estables, firmes en nuestro
centro, acompañándolos en sus procesos de maduración afectiva y
emocional.
Acompaña en las
–inevitables y estructurantes- frustraciones de los bebés, poniendo los límites
precisos amorosamente, manteniendo una actitud de respeto y comprensión que
permita la manifestación de la emoción.
Otro de nuestros
principios pedagógicos básicos es el acompañamiento respetuoso de los bebés en
sus procesos emocionales. Una Pedagogía respetuosa se aleja del autoritarismo,
pero presenta autoridad y límites. Somos conscientes de que los límites generan
frustración. Acompañar en la frustración significa reconocerla, permitirla sin
negarla, legitimar el derecho a frustrarse y a manifestar la emoción que le
siga ya sea rabia, o tristeza, o enfado; ya venga acompañada de llanto o de
pataletas. La madre de día está ahí, está presente, disponible, acompaña y
permite la descarga emocional: con amor, pero manteniendo el límite; sin
enfado, con ternura, pero con firmeza.
Mantener esta actitud
de respeto hacia las frustraciones que viven los infantes (sin hacerles sentir
culpables por su emoción de enfado, tristeza, rabia...) les permite vivir estas
emociones con naturalidad, sin la angustia añadida de la culpa.
Reconoce e identifica
comportamientos como la agresividad, la sumisión o las llamadas de atención
como estrategias de defensa del “yo” en construcción como síntomas y no como
comportamientos conscientes.
Un error pedagógico
común consiste en asignar consciencia a comportamientos que son inconscientes.
Esta falsa creencia nos ha convencido de que cuando un niño o una niña se
comportan de manera inadecuada -desde una perspectiva adulta- en realidad lo
hacen porque quieren fastidiarnos, y los etiquetamos: “tozudos”, o “vaya
carácter”, o “es muy tímida”, etc.
Los comportamientos
displicentes, tales como la agresividad o la sumisión, suelen ser
síntomas de dificultades afectivas y son totalmente inconscientes, el niño o la
niña NECESITAN hacer lo que hacen para atraer sobre sí la atención o por activa
(agresión) o por pasiva (sumisión). Es la manera que tiene su organismo (y no
su consciencia, todavía en construcción) de retransmitir al exterior que no
recibe el afecto o la atención que necesita. Esto no significa que sus padres y
familiares no se lo den, simplemente nos informa con sus comportamientos que no
lo está captando y que es necesario un cambio en nuestras manifestaciones
afectivas hacia él o ella.
Ama su profesión y
siente un fuerte compromiso con la infancia, con la educación de calidad basada
en el amor y el respeto.
El amor hacia la
educación de calidad trae consigo el compromiso de desaprender viejos patrones
y antiguas creencias educativas, amar la educación implica reaprender la
infancia y comprometerse enteramente con el cambio hacia un paradigma educativo
más respetuoso que eduque a los niños y a las niñas desde el amor y el respeto
profundo.
Actualiza sus
conocimientos profundizando en las pedagogías respetuosas en las que se basa,
principalmente Aucouturier y Lòczy.
Bernard
Aucouturier (Tours 1934) Pedagogo
y creador de la Práctica Psicomotriz, una propuesta pedagógica pensada para
acompañar a los niños y a las niñas en su proceso de maduración psicológica, un
modelo de intervención educativa no directivo, basado en la idea de que el ser
humano construye su psiquismo a partir de las relaciones que establece con el
entorno mediante su cuerpo.
Nuestra madre de día
está formada en Práctica Psicomotriz Educativa, como psicomotricista comprende
que el movimiento físico -la expresión corporal, las posturas, el tono muscular-
está ligado al movimiento psíquico y que la expresividad motriz es la vía de
expresión de los contenidos inconscientes del psiquismo, la manera personal,
genuina y única con la que cada niño manifiesta el placer de ser él mismo. Leer
la expresividad motriz de los niños y las niñas posibilita entender su mundo
interior, conectar con sus emociones y comprender el sentido profundo de sus
comportamientos.
El Instituto Lòczy fue fundado en Budapest en el año 1946 por la
pediatra Emmi Pikler (Viena 1902-1984). Allí se llevaron a cabo estudios e
investigaciones sobre el desarrollo de la motricidad global que desvelaron la
importancia de la autonomía y de la libertad en los movimientos y en las
posturas. Las conclusiones que se derivaron de estos estudios están recogidas
en su libro “Moverse en libertad: desarrollo de la motricidad global”.
Las investigaciones
de Emmi Pikler y Agnès Szanto se basaron en el seguimiento longitudinal de más
de 2.000 niños que aprendieron desplazamientos y posturas a partir de su propia
iniciativa, sin ayudas de artilugios (sillitas, andadores, etc.) y sin la ayuda
ni la enseñanza directa de los adultos.
Mantiene una
comunicación constante con las familias.
La asociación está
enfocada al acompañamiento respetuoso de los bebés, de los niños y de las
niñas, pero teniendo presente que las familias sois el núcleo. La educación es
un compromiso que asumimos todas las personas que nos involucramos en este
proyecto. Así se hace necesario mantener una comunicación que nos permita crecer
juntos, compartir aprendizajes, dudas y experiencias. Generar esos espacios
necesarios para la expresión de nuestras emociones y la posibilidad de
comunicarnos desde el respeto y el amor es un aspecto más de la educación
consciente.