La socialización es una conquista que
puede ser vivida con placer -si hay respeto y aceptación- o como algo
desagradable -si es exigida o impuesta-. ¿Quién no recuerda los besos forzados
de tal o cual vecina? ¿Qué hay de sano en obligar a un niño o a una niña
a dar besos a cualquier “conocido”?
La socialización
no se inicia en estas edades, se trata de un proceso gradual que los niños y
las niñas han de ir conquistando por sí mismos, sintiéndose confiados y
seguros.
Para que el proceso de socialización se
realice de manera natural y espontánea es necesario que se hayan sentido
respetados y comprendidos en sus primeras relaciones, primero dentro y más
tarde fuera del núcleo familiar.
Por eso para nosotras es tan necesario
que el período de adaptación a nuestro hogar se haga de una manera paulatina y
consciente, con vuestra presencia durante el tiempo que cada bebé, cada niña o
cada niño necesite para poder separarse de vosotros sin una angustia excesiva.
Consideramos que el bebé ha de ir
familiarizándose con el entorno, que ha de poderlo explorar de manera segura y
confiada, contando con vuestra presencia y consentimiento implícito.
Paralelamente irá acostumbrándose a ver y a escuchar a la educadora, que lo
mirará, lo escuchará y lo atenderá en sus necesidades, considerando sus deseos
y acompañándolo en sus procesos. Así, de una manera natural el bebé se irá
adaptando a nuestro hogar, un hogar que no es el suyo, pero que puede vivir
como semejante y que cumple con su función primordial de nido, un hogar donde
sentirse seguro, protegido, amado y respetado, necesidades que si son
satisfechas favorecen el deseo de aprender.
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